Ana Sergeyevna descendía
del tren yendo al encuentro de su marido, pero la realidad era que, no podía
dejar de pensar en su romance con Gurov.
Los días fueron pasando,
su marido la reclamaba, pero ella seguía mostrándose distante. Ante las
repetidas preguntas sobre aquellos días en Yalta, Ana no hacía más que unos
breves comentarios sobre el puerto, la belleza del mar y el vapor que se
levantaba sobre este, todas las tardes cuando se calmaba el viento.
Sabiendo, Ana, las
implicancias de ser una mujer infiel, decidiose a darle a conocer a su marido sus
repetidos encuentros con Gurov durante su estadía en Yalta. No siendo el
divorcio una opción viable por su significado social, la señora del perrito
–como la llamaba su amante- se sintió desdichada y sometida por completo a una
vida de sufrimiento y vacía de amor, aceptando la hostilidad de su marido. Su
única esperanza era volver a encontrarse con aquel hombre que la doblaba en
edad.
Así fueron pasando los
meses vacíos de vida, para Ana, que no pudo encontrar consuelo ni con su propia
madre, quien tenía una relación más cercana con su yerno, que con su propia
hija.
La humillación fue moneda
corriente para ella, quien ahora, más que nunca, era solo un objeto de compañía
cuando su marido se mostraba en sociedad. Él le propuso continuar con el
matrimonio a cambio de no dar a conocer su infidelidad. Y así resultó que, como
tantas otras veces, acompañó a su marido al teatro. Durante el descanso, este
levantóse para ir a fumar, y en ese preciso momento fue cuando Dmitrich Gurov
apareció ante los ojos de Ana Sergeyevna.
Los encuentros entre estos
dos amantes se reanudaron, y ella, excusándose con visitas a su médico por un
supuesto mal interno que le aquejaba, empezó a viajar a Moscú -al encuentro con
Gurov- cada dos o tres meses, aceptando ambos así, una vida clandestina, en
donde el cautiverio en una habitación de hotel, indicaba únicamente que lo que vendría
podrían ser los momentos más difíciles de su romance.
Consigna: Escribir un relato que expanda alguna de las
historias escondidas de “La Señora del Perrito” de A. Chejóv.
Maxi,
ResponderEliminar"Ana Sergeyevna descendía del tren yendo al encuentro de su marido (...)", el "yendo" me hace ruido. tal vez podrías poner: "Ana Sergeyevna descendía del tren para encontrarse con su marido(...)".
"Durante el descanso, este levantóse para ir a fumar, y en ese preciso momento fue cuando Dmitrich Gurov apareció ante los ojos de Ana Sergeyevna.", acá , en "este levantóse para ir a fumar" me parece que el "éste" tiene que ir con acento. Después, podrías reformular el resto de la oración: (...) fue en ese preciso momento cuando Dmitrich Gurov apareció ante los ojos de Ana Sereyevna".
Espero que te sirva!!
un beso,