jueves, 15 de mayo de 2014

Atuel

Desperté, y tras varios minutos intentado desenroscarme de la bolsa de dormir, logré salir al jardín de mi casa, que por esos días era una carpa  y el jardín, una porción no muy grande de tierra. En pocos pasos, no más de cuatro o cinco, llegué a la orilla de un río. Era verano y me encontraba viajando por la provincia de Mendoza.

Ese día, como en gran parte del viaje, fui el primero en levantarme. El camping seguía desierto y todavía se podía sentir la fresca brisa mañanera en la piel. De incienso, la leña quemada la noche anterior. Del diseño del jardín se encargaba el río Atuel, que seguía corriendo con esa vertiginosa brutalidad, que invitaba a quedarse mirándolo por muchísimo tiempo intentando calcular la cantidad de litros de agua que corren por segundo.

Sabiendo que tenía unas dos o tres horas antes de que empezara el movimiento por la zona, y tras sobrevivir a la travesía que implicaba conseguir agua caliente para el mate, tomé el objeto que ocupó el primer lugar en el listado de cosas para cargar en la mochila: Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley. En este contexto, fui deslizándome por el libro, como los kayaks que pasaban sobre el agua, muy cerca de mí.

Eh leído muchas cosas a lo largo del tiempo, y me resulta muy difícil tener que destacar una lectura sobre la otra, porque pongo en duda que una sea mejor que la otra. Todas son distintas. Sí es cierto que hay de las que uno recuerda como si todavía estuviera en ella. En este sentido, Un Mundo Feliz, me resultó importante tras ponerlo en contraste con 1984, de George Orwell. Este último, leído durante la adolescencia y recluido en mi habitación, me había revolucionado completamente.

Pero lo que me lleva a recordar tan vivamente la lectura de esa mañana, se debe a mi entrega completa cuando me encuentro viajando, recorriendo lugares, compartiendo situaciones con mi gente, y con los que no conozco, con la mente relajada y dispuesto a disfrutar plenamente de la situación que venga por delante.

Entrevista a Chartier

   Edición y reformulación de una pregunta realizada en una entrevista, a Roger Chartier, en el marco del Congreso Centroamericano de Historia, que tuvo sede en la Universidad de Costa Rica entre el 22 y el 26 de julio de 2008.

  Teniendo en cuenta que, la oposición entre la pantalla y lo escrito ha dejado de existir: ¿Cómo se da la relación entre el individuo y la obra?

  El desafío de la nueva generación de lectores radica en la manera en que se da la relación entre las nuevas formas de inscripción de los textos y las prácticas de su apropiación.
  
  Hoy en día, el acceso a la cultura escrita se da, cada vez más, a través de un soporte, que es una superficie iluminada, es decir una pantalla, en donde el texto se encuentra vinculado también a imágenes, sonidos, música, etc. Debemos tener en cuenta que la producción de sentido no solo depende del soporte que media entre el texto y el lector, sino que también depende de factores históricos y culturales. 

   Fuente: Revista Historia, ISSN: 1012-9790, No. 65-66, enero-diciembre 2012 / pp. 189-194

jueves, 8 de mayo de 2014

"Io e Te"

    Tal como cuando uno siente un aroma o escucha una canción y automáticamente se ve trasladado a algún recuerdo en particular de la vida, Tú y Yo, escrita con la intensidad con la que lo hizo Niccoló Ammaniti, es un viaje por el tiempo, directamente a la adolescencia.
   
    Lorenzo, de 14 años, es un niño introvertido con problemas de socialización que tras tener unas reuniones con un psicopedagogo de su colegio, es considerado un narcisista incapaz de sentir empatía por los demás. A mi parecer, como sucede con muchos niños, su diagnóstico es exagerado, hay una confusión de problemas psicológicos con la simple -o compleja, en todo caso- adolescencia.
    
    Tras la mentira de que se iba a esquiar una semana con compañeros de clase, él se refugia en el sótano de su casa, el cual termina siendo su lugar en el mundo. Allí es, estando entre cuatro paredes, donde se siente completamente libre y, con el condimento de la aparición de Olivia (su conflictiva media hermana), vive quizá una de las aventuras más importantes e intensas de su adolescencia.
    
    En su última noche en el bunker, junto a Olivia, Lorenzo da cuenta del antes y el después en su vida:   
    
    “Resoplando y con vergüenza me puse a bailar. Eso era lo que más odiaba: bailar. Pero aquella noche bailé y mientras lo hacía experimenté una sensación nueva, la sensación de estar vivo, de que me asfixiaba. Unas horas después saldría de aquel sótano. Y todo volvería a ser como antes. Pero ahora sabía que al otro lado de aquella puerta el mundo me esperaba, y que podía hablar con los demás como cualquier otro. Decidir cosas y hacerlas. Podía marcharme. Podía ir a la escuela. Podía cambiar los muebles de mi habitación”.

  
   Nota lector: Tú y yo, publicado en 2010, de Niccoló Ammaniti (Italia, 1966).